Psicoterapia y espiritualidad: ¿Un tema o un modo?

La relación entre psicoterapia y espiritualidad puede entenderse de dos maneras: como tema o como modo. La primera es la más extendida, y entiende que habría ciertos temas que serían más “espirituales” que otros, a los cuales habría que dar cierta cabida en el espacio psicoterapéutico. Esta forma de entender la relación psicoterapia y espiritualidad es la razón, para que hoy en el DSM-IV tengamos una clasificación llamada “problema religioso o espiritual”, que trata de cuestiones como “la pérdida de fe”, “problemas asociados con la conversión” o “cuestionamientos a los valores relacionados a alguna institucionalidad religiosa”.     

Si entendemos así la relación psicoterapia y espiritualidad se entiende perfectamente que Freud, padre del psicoanálisis y la psicoterapia, haya sido bien reticente a cultivar la idea de la psicoterapia como una práctica espiritual. Freud fue un crítico feroz de la religión, y era enfático en acentuar el carácter “empírico” u “objetivo” de lo que él hacía, pensaba que su revolución era una revolución científica. Tengamos presente también que por aquella época el resurgir espiritual laico estaba en manos de movimientos esotéricos, como el espiritismo, el ocultismo, la teosofía y muchos otros, que si bien avanzaban en la línea de ofrecer prácticas espirituales no al alero de milenarias, dogmáticas y autoritarias instituciones religiosas, no rescataban toda la critica a la superstición que se hizo en la modernidad. 

Así, la sociedad finisecular aún no tenía instrumentos hermenéuticos para separar lo estrictamente institucional, supersticioso, religioso y espiritual, por lo que asociar la psicoterapia a lo espiritual era relacionarse demasiado con cuestiones para nada vanguardistas, Freud mismo no tenía los conceptos para entender el análisis como una práctica espiritual laica y moderna, aun cuando a veces captará la magnitud de lo que ofrecía al mundo, pues en una ocasión declaró entenderse a sí mismo como un  “pastor de almas profanas”.

Aquí pudo estribar la diferencia entre Freud y Jung, en donde este último estando interesado en ofrecer resistencia al desencanto del mundo, se interesó por cuestiones estrictamente parapsicológicas,  recordemos que su tesis doctoral trató de explicar científicamente fenómenos espiritistas, luego se interesó por la alquimia y más tarde por la filosofía oriental. Muchas veces se declara que el divorcio fue por que Freud explicaba todo con sexo, y Jung quería ir “más allá”, esta explicación aunque en extremo simplificante, expone algo cierto que tiene como corolario que: eso de lo que quería hablar Jung era incompatible con el compromiso de Freud con la modernidad. Pues aun cuando el vienés haya llegado a escribir sobre telepatía, rápidamente captó (y más aún la comunidad psicoanalítica) que esto no contribuiría en nada en legitimar al psicoanálisis (y a la psicoterapia). De hecho profundizó una postura en exceso cientificista y ortodoxa, que hoy nos cuesta asociar al psicoanálisis, que cerró la posibilidad de enlazar a la psicoterapia con la espiritualidad, pensemos que nunca escatimó en continuar su crítica a la religión y hasta llegó a entender a la meditación como una regresión infantil. 

Con el pasar del tiempo psicólogos humanistas y transpersonales volvieron a poner el tema de la relación espiritualidad y psicoterapia en cuestión, rescatando por un lado todo el trabajo jungiano acentuaron más el diálogo con las “psicologías prístinas” del chamanismo y las tradiciones orientales, a la vez que exploraban lo que denominaron “estados alterados de conciencia”, a los que accedían mediante LSD u otros enteógenos. Estas corrientes norteamericanas que interactuaron fuertemente con todo el fenómeno social de la New Age y el movimiento hippie, se entendieron a sí mismas como las que iban más allá de la mera salud mental, algo en extremo mundano y terrenal, y se abrían a cuestiones mucho más trascendentales y ambiciosas espiritualmente hablando. 

Todo lo escrito anteriormente va en la línea de entender lo espiritual como un tema. Sin embargo poco a poco se ha abierto la posibilidad de entender la espiritualidad de otra forma, desde la filosofía (Hadot, 2006), los estudios de la religión (MacDonald, 2005) y la psicología (Garcia-Huidobro, 2019), se ha comenzado a trabajar en pulir el concepto, marcando sus diferencias con la experiencia religiosa (Otto, 2001) y la institucionalidad religiosa (Maslow, 2013). De esta manera tenemos la posibilidad de tener el aparataje conceptual para entender la espiritualidad como una práctica de sí, que contribuye a la transformación y a tener una relación diferente con la realidad, de esta manera seguimos incluyendo las prácticas que están en el contexto institucional religioso, pero sumamos a una diversidad de prácticas como el mindfulness, la psicoterapia, las artes, el deporte, entre muchas otras. . 

Esto que parece ser solo una problemática intelectual tiene consecuencias prácticas. Pues desde la segunda manera de entender la relación psicoterapia-espiritualidad, o sea entenderla como un modo, la psicoterapia para ser espiritualidad no tiene necesariamente que hablar de sueños, arquetipos, crisis existenciales, viajes psicodélicos, la disolución del “ego” y de las experiencias cumbres, sino que incluso se podría hablar de los impuestos, los chismes del trabajo y las dificultades de los hijos en el colegio, lo capital sería el modo en el que se habla de estas cuestiones. Es desde lo que comúnmente se habla en sesión, en la mayoría de los casos lo más cotidiano y mundano, que si se hace de cierta forma se puede instalar una práctica transformadora. No es importando temas ajenos al discurso del paciente, no es redirigiendo la conversación desde lo terrenal que puede ser el trabajo hacia un tema más “espiritual”, que podríamos orillar al paciente a conectarse y a cuestionarse dónde está. Es quizás hablando sesión tras sesión de lo rutinario del trabajo, de lo aburridos que son sus compañeros, por ejemplo, que puede aflorar el cuestionamiento y el deseo de retirarse de eso tan “mundano” y aspirar a otra cosa, que podría ser unas vacaciones que tengan tanto valor como un viaje iniciático, o derechamente cambiar de trabajo.

Podríamos decir que bajo esta segunda forma de entender la espiritualidad incluso Freud estaba en la línea de una espiritualidad contemporánea, generando micro transformaciones individuales que si uno les siguiese la pista, lo más probable es que concluyen en cambios mucho más abarcadores socialmente hablando. Sin embargo, el cómo la psicoterapia puede ser una práctica que transforma para bien la relación con el mundo, y no se limita a una mera práctica paliativa o de normalización es un tema mucho más profundo, que requerirá mucho más análisis, pero el libro Filosofía, psicoanálisis y espiritualidad: La psicoterapia después de Heidegger y Lacan, escrito por nuestro profesor Vicente García-Huidobro (2019) y editado por Fondo de Cultura Económica, es una excelente introducción.   

Referencias

García-Huidobro, V. (2019). Filosofía, Psicoanálisis y Espiritualidad. Psicoterapia no-reflexiva. En Obras filosóficas. Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica.

Hadot, P. (2006). Ejercicios espirituales y filosofía antigua (Vol. 50). Siruela.

MacDonald, Mary N., (2005). ‘Spirituality’ in Encyclopedia of Religion, 2nd edn, ed. Lindsay Jones (Detroit, MacMillan)

Maslow, A. H. (2013). Religiones, valores y experiencias cumbre. La Llave.

Otto, R. (2001). Lo santo: lo racional y lo irracional en la idea de Dios. Madrid: Alianza.

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