¿Occidente tiene también prácticas espirituales?

Actualmente en Chile hay, como en muchos países europeos y de América, todo un boom de prácticas como el yoga y la meditación budista. Algunas personas hacen esto por moda, pero otras recurren a ellas buscando un espacio de tregua frente al agobiante modo de vida actual, y movidos también por el anhelo de tener una vida más conectada y focalizada en lo importante. En este contexto, uno se pregunta a veces ¿qué es lo que sucedió con el tema de la espiritualidad en la cultura occidental? ¿Por qué todas estas prácticas provienen de la India, de Japón y de China? ¿Qué sucedió con las prácticas espirituales en nuestra sociedad?

Generalmente, no se sabe que también existe una larga tradición de prácticas espirituales dentro de la cultura occidental. Se tiene noticia de la presencia de estas ya en la época de la filosofía griega y romana. Por ejemplo, Sócrates, considerado el padre de la filosofía, realizaba un tipo de diálogo con sus discípulos a medio camino entre una actividad teórica y un ejercicio espiritual. El tema de la espiritualidad fue especialmente retomado en los primeros siglos después de Cristo dentro de distintos grupos filosóficos, como los estoicos y los epicúreos, cuyos miembros, de todo tipo de condición, realizaban diariamente algún tipo de práctica espiritual. Por ejemplo, en un período muy cercano, Epícteto, esclavo de Roma, y Marco Aurelio, nada menos que el emperador, se retiraban por las noches a un lugar de silencio para realizar un ejercicio espiritual que consistía en ir revisando y analizando, paso a paso, todas sus experiencias del día. De jóvenes a viejos, de pobres a ricos, era común la realización de este tipo de práctica espiritual. ¿Se imaginan haciendo esto hoy en día a un líder mundial?

Se sabe que estos ejercicios fueron posteriormente introducidos dentro del cristianismo, donde se sintetizaron con otras prácticas provenientes de la tradición judía. Se tiene noticia de que dentro de los judíos existía un grupo de personas, más o menos contemporáneas a Jesús, que se autodenominaban como los terapeutas, y que vivían en comunidad dedicados fundamentalmente a la oración. Este tipo de tradiciones, junto con las provenientes de las culturas helénica y romana, fueron retomadas por los primeros cristianos que comenzaron a llevar una vida monacal. De este contexto, surgieron dos tipos de ejercicios espirituales muy importantes. Por un lado, se desarrolló un tipo de meditación, que consistía en un profundo ejercicio de reflexión a partir de la lectura de la Biblia. Mediante la lectura alegórica de sus distintos pasajes, se buscaba despertar diversos temas de la propia historia o de la situación actual, con el fin de examinarlos y ponerlos en presencia de Dios. Por ejemplo, al leer el relato del cautiverio del pueblo judío por parte de los egipcios, la persona en oración hacía cuestión de su propio cautiverio en los asuntos del mundo, de su alienación en una vida que le resulta ajena, y de su anhelo por volver a una vida más propia.

Esta práctica de meditación era entendida en sus orígenes como una forma para llegar a la contemplación. Contemplación es el término occidental para designar un tipo de ejercicio espiritual similar a las prácticas yoguicas o budistas, a las cuales designamos erróneamente como ejercicios de meditación. La palabra meditación designa un ejercicio discursivo y de reflexión. La contemplación es, en cambio, un tipo de práctica en la que se busca dejar a un lado toda reflexión con el fin de solo estar en presencia de Dios. Dios habla en el silencio, se dice dentro de la tradición cristiana. Para estar en presencia de él, así como en muchas prácticas orientales se recurre a la respiración o a la presencia de un objeto, en este caso se usaba una palabra, por ejemplo, Dios o Abbá, el término con que Jesús llamaba a su padre, y con la cual se designa a la realidad primera. Cada vez que la persona se distrae, dice suavemente esta palabra, con el fin de volver desde el plano de sus pensamientos al momento presente donde habitaría realmente Dios.

Desde la modernidad, el hombre apostó por la ciencia y por la técnica, y todo lo que tuviese relación con lo espiritual siguió siendo asociado con el ámbito de la religión, al cual se quería superar. Esto llevó a que el proyecto de formación humana del hombre moderno solo contemple el estudio y el trabajo, y nada más.

Existe también otro tipo de prácticas desarrolladas en el cristianismo, muy similares a los ejercicios de repetición de mantras, existentes también en distintas escuelas orientales. Por ejemplo, dentro de la tradición ortodoxa, existe la denominada oración del nombre de Jesús, que consiste básicamente en repetir cientos de veces la frase “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí”. La idea no es que la pienses, sino que esta frase se vaya introduciendo dentro del corazón. Algo similar es lo que se realiza también por medio del rosario, que consiste asimismo en una práctica de repetición. Muchos tenemos el recuerdo de nuestra abuela rezando el rosario. Ella también hacía una práctica espiritual.

En el libro Un veterano de tres Guerras, José Miguel Varela cuenta que en su estadía en el desierto del norte, en la época de la Guerra del Pacífico, conoció a un viejo sabio andino que le ensenó una particular práctica que consistía en que, cuando uno estaba demasiado cansado de la mente o del cuerpo, se sentaba mirando fijamente el volcán Licancabur, hasta perder la noción del tiempo, y así se sentía nuevamente en paz y tranquilidad. Después de este encuentro, otro oficial que iba con Varela le comentó: “Mi alférez, este viejo habla puras huevadas”, pero él tenía una impresión muy distinta. Otro tipo de práctica espiritual de los pueblos americanos era la ingestión de plantas alucinógenas, que se hizo conocida especialmente a través de los relatos de C. Castaneda. En América, tienen mucha importancia también prácticas como el baile. Por ejemplo, dentro de los mapuches, el purrun posee un sentido no sólo religioso o social, sino también espiritual. Sería muy bueno conocer y poder rehabilitar todas las prácticas que se desarrollaron dentro del mundo indígena americano y, en particular, en el pueblo mapuche.

El problema es que todas estas tradiciones antiguas comenzaron a quedar completamente a un lado a partir de la modernidad. Algunos filósofos e historiadores señalan que esto se produjo porque como desde el medioevo todo lo espiritual quedó circunscrito a un contexto religioso; posteriormente, con el declive del cristianismo, fue desapareciendo socialmente el espacio para lo espiritual. Desde la modernidad, el hombre apostó por la ciencia y por la técnica, y todo lo que tuviese relación con lo espiritual siguió siendo asociado con el ámbito de la religión, al cual se quería superar. Esto llevó a que el proyecto de formación humana del hombre moderno solo contemple el estudio y el trabajo, y nada más.

Es cierto que a principios del siglo XX surgió la psicoterapia, la que podría ser considerada como una cierta forma de práctica espiritual. Sin embargo, desde sus orígenes, esta quedó situada en un contexto más próximo a la medicina y a la ciencia que al terreno espiritual. Ha habido un gran número de psicólogos que han intentado aproximarla a este último ámbito, pero esto ha sido muy cuestionado por otros que sienten que con ello se perdería su cientificidad. Por esto, hasta el día de hoy, no está claro si la psicoterapia es parte de la ciencia y la medicina o de la espiritualidad; si tiene que ver con cómo alguien conduce su propia vida o se trata de un tema de salud mental.

Como sea, lo importante es saber que en el mundo del que vinimos, aquel donde vivieron nuestros antepasados, próximos y lejanos, existía también una preocupación por lo espiritual, y había muchos medios muy concretos para encauzar esta búsqueda. Tal vez, esto pueda ayudarnos a apropiarnos de nuestra situación actual. Y así, cuando alguien hace yoga, medita en un centro o va a una psicoterapia, tal vez no está haciendo algo tan distinto a lo que hacían sus antepasados al rezar o simplemente mirar el volcán.

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