La psicoterapia ¿es un trabajo?
Por Cristián López.
Es muy común escuchar que los psicólogos digan que están “trabajando” con el paciente sobre un tema (la relación con la madre, por ejemplo), o sobre una dificultad (una disfunción sexual, por ejemplo), o sobre un concepto delimitado desde la teoría (el fantasma fundamental). Más allá del objeto sobre el cual se dice que se “trabaja”, creo que vale la pena preguntarse si ésa es o no una buena forma de referirse a lo que sucede en terapia.
Desde un comienzo, es decir, desde Freud, se marca una característica particular de la actividad realizada en un proceso terapéutico. Al proponer la asociación libre como la “regla fundamental” del psicoanálisis, que luego complementará con la atención parejamente flotante del terapeuta, Freud enfatiza un método en el cual es necesario disociar atención de voluntad. Es decir, en la búsqueda de un alivio a su malestar, el paciente debe dejar de lado sus intentos conscientes de encontrar una causa y solución de sus sufrimientos. Debe asociar libremente, es decir, simplemente hablar, diciendo todo lo que se le pase por la cabeza, sin preocuparse de si eso lo va a llevar a alguna parte, dejando la voluntad de lado. Planteado así, la actividad parecería distanciarse bastante de lo que normalmente se llama “trabajo”, ya que más bien lo que se busca es un “dejarse llevar”.
Freud mismo plantea lo que se le diría al paciente en términos concretos al inicio del proceso; “Una cosa todavía antes que usted comience. En un aspecto su relato tiene que diferenciarse de una conversación ordinaria. Mientras que en esta usted procura mantener el hilo de la trama mientras expone, y rechaza todas las ocurrencias perturbadoras y pensamientos colaterales, a fin de no irse por las ramas, como suele decirse, aquí debe proceder de otro modo. Usted observará que en el curso de su relato le acudirán pensamientos diversos que preferiría rechazar con ciertas objeciones críticas. Tendrá la tentación de decirse: esto o esto otro no viene al caso, o no tiene ninguna importancia, o es disparatado y por ende no hace falta decirlo. Nunca ceda a esa crítica; dígalo a pesar de ella, y aun justamente por haber experimentado una repugnancia a hacerlo.” (Freud, 1913)
Sin embargo, esta regla fundamental se da en un contexto. Este contexto es el de una persona con un malestar buscando un servicio de ayuda otorgado por un profesional. Es por eso que Freud, antes de decir lo recién citado propone decirle al paciente: “Antes que yo pueda decirle algo, es preciso que haya averiguado mucho sobre usted”. Es decir, el marco es un profesional haciendo su trabajo. Para poder hacerlo requiere que el paciente hable primero libremente. Luego, él hará algo “profesional” con lo escuchado. Hay algo contradictorio en esto que tiende a volver artificial la asociación libre e insostenible la situación. Cuando Freud se refiere a lo que sería una conversación ordinaria, alude a una conversación un tanto formal. En una conversación más íntima, naturalmente se tiende a hablar con mayor libertad, sin censura y diciendo lo que se va pasando por la cabeza: se “suelta la lengua”. Lo contraposición estaría entonces entre lo “profesional” que lleva a obedecer la regla fundamental, y lo “íntimo” que suelta la lengua. Al intentar mezclarlo necesariamente se produce una artificialidad.
Creo que esta contraposición lleva a dos posibles salidas. La primera es perder lo íntimo, transformando la conversación en un “tratamiento” o una “cura” enfatizando la adaptación a una realidad por obediencia a un poder (orientación esencialmente psiquiátrica); o enfatizando la generación de teorías acerca del propio funcionamiento (orientación esencialmente psicológica, incluyendo gran parte del psicoanálisis). La segunda salida sería el desprenderse definitivamente del contexto profesional (y por supuesto médico), y pensar la terapia como una conversación en la dirección de abrir sentidos que permitan apropiarse de la experiencia. En este caso el terapeuta sería sencillamente un conversador al que se visita para… conversar de un modo íntimo, y no un profesional que está prestando un servicio. Visto así, el sujeto que acude a terapia no iría a hacer ningún “trabajo” y el terapeuta que conversa con él tampoco. No se hablaría “sobre”, sino que “desde”. En términos prácticos, esto tiene una desventaja, cual es que entonces no debiera ser una actividad cubierta por los seguros de salud. Pero tiene una ventaja también: los ingresos provenientes de esta actividad habría que considerarlos una “propina”, por lo cual impuestos internos no debiera echarles mano.
Referencias
Freud, S. (2006/2013). “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I)”. En Obras Completas, Tomo XII. (J.L. Etcheverry, Trad.) Bs. Aires: Amorrortu, pp. 121-144