Y no me quiero morir

Voy a analizar el extracto del comienzo de una primera entrevista a una paciente de un alumno en práctica. La idea es comentar brevemente acerca del lugar en el cual se ubica este practicante que, me parece, muestra dificultades muy comunes. Se podría hacer un análisis extenso, pero sólo se destacarán algunos puntos. El extracto es el siguiente:

 

“T: Yo hablé con la persona que te hizo la recepción, y me explicó el motivo por el cual estás viniendo, pero me gustaría que me contaras desde el principio…

P: Mira, hace como dos a tres semanas, me he empezado a sentir así como rara, como que siento miedo de salir sola a la calle, que me vaya a pasar algo. Le tengo miedo a la muerte. Ando muy preocupada de esa parte. Ehm.. de que vaya a tener yo una enfermedad grave, que me vaya a morir y yo no me quiero morir. Eso. Me siento mal, como que no me escucho el corazón, me pongo a que me transpiran las manos, me da escalofríos en la espalda. Estoy como que se me concentra algo aquí en el cerebro. Ya después de que pasa un poco eso, se me concentra un dolor acá (señala la nuca), tengo todo esto apretado acá el cerebro atrás.

T: ¿Desde hace dos semanas me dijiste?

P: Sí, desde hace dos o tres semanas.

T: ¿Y de dónde vienen estos miedos, o a qué los asocias?

P: Cómo al sistema nervioso, no sé. Yo siempre he sido una persona nerviosa, yo tengo un almacén en mi casa y a lo mejor es eso. Pese a que no va tanta gente, jamás se me acumula la gente, pero igual eso me estresa, yo pienso.

T: ¿El almacén?

P: También.”

En su primera intervención, el practicante pareciera estar, más que nada, dando él una explicación, y casi una disculpa, al hecho de que la recepción la hizo una persona distinta a él. Normalmente esta explicación del funcionamiento de una institución, ya ha sido dada por la persona que hizo la entrevista de recepción, por lo que no es necesario volver sobre el punto.

El contenido con el cual lo hace, además, es particular. Dice que le fue “explicado el motivo” por el cual asiste la paciente. El problema de plantearlo de este modo, es que este motivo queda objetivado, al punto de transformarse en algo que puede explicarse, entenderse, archivarse. Más allá de que muchas fichas institucionales tengan un espacio para colocar el “motivo de consulta”, la motivación que lleva a alguien a consultar siempre es compleja, cambiante, móvil, sobredeterminada y en buena parte desconocida para el sujeto que consulta. Es decir, tiene una riqueza que es necesario poder ir abriendo por medio del desarrollo de un diálogo, lo que podrá ir llevando a que se vaya instalando un proceso terapéutico. Así, no es raro y más bien es esperable, que la motivación que lleva a acudir a la segunda consulta sea distinta de la que llevó a la primera.

Luego, el practicante agrega que le gustaría que la paciente le cuente “desde el principio”. Esta idea de una historia que tiene un principio, un medio y un final, no parece ser una buena forma de entender lo que se despliega en un diálogo psicoterapéutico. Éste se caracteriza, y es lo que habría que fomentar, por verdades que van y vienen tanto en términos cronológicos como temáticos. Las verdades irán surgiendo sorpresivamente, tanto para el paciente como para el terapeuta, a partir de un “soltarse la lengua”. Todos tenemos ya la experiencia que esto último se obstaculiza al pretender hablar ordenadamente sobre un tema. Es decir, la labor del psicoterapeuta no es hacer una entrevista psiquiátrica, sino ir abriendo un modo de hablar más abierto.

¿Cómo responde la paciente a esta primera intervención? Intenta hacer una colección de síntomas, tanto físicos como subjetivos. Es decir, su manera de hablar responde al modo de preguntar del terapeuta. Obvio, a pesar de que suele olvidarse. Lo interesante es que en este párrafo, la paciente de todas formas deja entrever su espíritu. De eso se trata. Entrelíneas siempre se cuela el anillo que pasa por un portillo. Rescataría la frase “y no me quiero morir” y la frase “no me escucho el corazón”. La primera es una frase que apunta a algo que normalmente se da por supuesto (no querer morirse), y la segunda a algo que no tiene nada de sorprendente (en general nadie se escucha el corazón a menos que ponga atención específica a eso). Es decir, son dos frases que se salen del modo habitual de decir, lo que según Freud en el texto donde nace el psicoanálisis, serán oportunidades para producir una apertura. ¿Cómo contesta el practicante? Preguntándole “¿Desde hace dos semanas me dijiste?” Con esto refuerza la idea de una entrevista acerca de la sintomatología y su historia. Imaginemos una alternativa a esta intervención. ¿Qué pasaría si el practicante hubiera dicho “y no te quieres morir”? Probablemente con esta intervención la paciente habría comenzado a hablar más sueltamente de dónde está en la vida en este momento, dejando en segundo plano sus síntomas, con lo cual habría comenzado a enriquecerse el diálogo.

Luego, el practicante dice: “¿Y de dónde vienen estos miedos, o a qué los asocias?” Con esto intenta buscar la “subjetividad detrás de los síntomas”. Es decir, desenvolver lo que a veces se plantea como el “espacio psicológico”. Esta sería la contracara de la “indagación” sobre los síntomas. El problema está en que de esta manera no se logrará ninguna apertura, ya que la persona responderá de modo más bien mecanizado, intento de objetivarse a sí misma a través de una subjetivación de su experiencia. Es decir, seguiremos en el ámbito de las explicaciones en lugar de la verdad rayo que rescata Foucault, entre otros. La dirección que podría haber tomado la entrevista de haberse hecho la intervención antes propuesta es la opuesta de ésta. Esa dirección la va instalando el terapeuta, y a ella responde necesariamente un paciente. Esa dirección tendría que ser no-reflexiva.

 

Foucault, M. (2001). La hermenéutica del sujeto. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica:

Freud, S. (1895). Estudios sobre la histeria. En Obras Completas (2ª Ed.), Tomo II. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

 

Cristián López

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