¿Formación en psicoterapia o los cortesanos de Hamlet?

Por Cristián López

 

En 1977, en un artículo muy relevante para el tema de la investigación en psicoterapia, Smith & Glass publican un meta-análisis realizado con 375 estudios. Estos estudios fueron escogidos a partir de 1000 artículos revisados, seleccionando todos aquellos que cumplieran con el requisito de realizar una comparación entre un grupo tratado y otro no tratado u otro tratado con otro tipo de terapia. A partir de este estudio se llega a las siguientes conclusiones:

  • La psicoterapia funciona.
  • No hay diferencia entre las escuelas.
  • No hay diferencia entre grados de formación  ni tiempo de experiencia.
  • No hay diferencia entre las distintas duraciones del proceso terapéutico.

Este estudio fue revisado críticamente en su metodología por Dawes (1994), llegando a la conclusión de que los resultados son correctos. Además, este autor afirma que los estudios posteriormente realizados que intentaron refutar las conclusiones referidas a que no hay diferencias entre escuelas, grados de formación, tiempo de experiencia y duración del proceso, no tuvieron éxito. En este sentido se pueden citar los trabajos de Durlak (1979), en el cual revisando 42 investigaciones, llega a la conclusión que no hay diferencia entre las efectividad y adecuación de los diseños de intervención de profesionales y no profesionales en el ámbito de la salud mental. Se podría continuar con la enumeración de estudios hasta fechas más recientes.

Es curioso que datos como estos, más allá de las clásicas críticas metodológicas que se les pudieran hacer desde el quehacer de un terapeuta, no sean discutidos mayormente en las formaciones psicoterapéuticas. Quisiera destacar el punto que refiere a que no hay diferencia, en los resultados obtenidos de éxito terapéutico, entre los grados de formación ni tiempo de experiencia de los terapeutas. Es decir, un auxiliar médico sin ninguna formación en psicoterapia tiene iguales resultados que alguien con dos o cuatro años de formación de postítulo en psicoterapia. ¿Cómo interpretar esto? Probablemente habría que concluir, en la medida que se aceptan los datos sin desecharlos totalmente por dificultades metodológicas, que la formación en psicoterapia, en promedio, no agrega valor específico al saber realizar la actividad. Por supuesto que esta es una conclusión que a nadie del rubro le gustaría aceptar, pero creo que valdría la pena al menos hacerse la pregunta al respecto. Es decir, la formación en psicoterapia ¿está organizada y llevada a cabo de modo que realmente se logre formar terapeutas expertos? ¿O la posibilidad de llegar a ser un terapeuta experto, que realmente se diferencie de la persona que no ha tenido formación en la materia, es algo que queda a la iniciativa y habilidades personales de cada uno, o tal vez sencillamente al azar? ¿Se le está tomando realmente el peso a lo que significa llegar a ser un psicoterapeuta experto, o más bien nos estamos conduciendo como si llegar a serlo dependiera simplemente de seguir los pasos estipulados en un programa de formación? Existe toda una línea de investigación acerca de la experticia en psicoterapia, aunque minoritaria dentro de la investigación en este ámbito, en la cual se plantea la difícil pero crucial pregunta de qué significa realmente ser un terapeuta experto. Probablemente este modo de abordar el problema sea más fructífera que investigar la actividad que realizan personas que han sido formadas como terapeutas, pero que muy probablemente no puntuarían como terapeutas expertos realmente. Si se quiere investigar una actividad, por ejemplo, en qué consiste el jugar golf, es de sentido común que habría que ir a ver cómo y qué hacen las personas que saben realmente jugarlo. No basta con ir a ver lo que hace alguien que compró los palos.

Freud hace una bonita alusión a la experticia necesaria para el ejercicio de la psicoterapia en Sobre Psicoterapia, donde, criticando a algunos psicoterapeutas que pretenden ejercer sin tener el conocimiento ni la experiencia suficientes,  plantea:

“el instrumento anímico no es fácil de tocar […] Aludo al príncipe Hamlet, de Dinamarca. El rey envía a dos cortesanos, Rosenkrantz y Guildenstern, para que lo espíen, le arranquen el secreto de su desazón. Él se defiende; aparecen unas flautas en el escenario. Hamlet toma una y pide a uno de sus martirizadores que toque en ella; es, dice, tan fácil como mentir. El cortesano se rehúsa, pues no sabe tocar nada; y como no puede moverlo a que haga el intento, Hamlet le espeta al fin: ‘¡Pues ved ahora qué indigna criatura hacéis de mí! Querrías tañerme; (…) pretendéis arrancarme hasta el corazón de mi secreto, extraer desde la nota más grave hasta la más aguda de mi diapasón; y habiendo tanta música y tanta excelente voz en este pequeño instrumento, no lográis hacerle hablar. ¡Mil diablos! ¿Pensáis que soy más fácil de pulsar que una flauta? ¡Tomadme por el instrumento que os plazca, y por más que me sacudáis, no sacaréis de mí sonido alguno (acto III, escena 2)” (Freud, 1905/1985: 251)

Dawes, R. (1994). House of cards. New York: The Free Press.

Durlak, J. (1979). Comparative Effectiveness of Paraprofessional and Professional Helpers. Psychological Bulletin, 86,(1), 80-92.

Freud, S. (1905/1985). Sobre Psicoterapia. En Obras Completas (2ª Ed.), Tomo VII. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Smith, M.L. & Glass, G.V. (1977). Meta-Analysis of Psychotherapy Outcome Studies. American Psychologist, 32, 752-760.

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