Opinión: Chile, ¿está vacío espiritualmente?
En la actualidad existe una incipiente búsqueda espiritual que se constata en distintas áreas dentro de nuestro país. Junto otras motivaciones, claramente hay una búsqueda espiritual detrás de la masificación de la psicoterapia y la proliferación de centros de yoga y meditación. Ahora bien, esta búsqueda espiritual no se restringe tan sólo a estos espacios. También se encuentra presente en la importancia que se le está comenzado a dar a temas como la ecología o en el creciente anhelo de una vida más sana.
En una entrevista publicada en los medios, Gastón Soublette señalaba hace algún tiempo que “este país está vacío espiritualmente”. Como una ratificación de sus palabras, en los últimos meses hemos conocido las sorprendentes estadísticas de la OMS, en las que Chile aparece como el país con más altos índices de depresión en el mundo, y como uno de los pocos en los que sigue existiendo un aumento en las tasas de suicidio. A estas cifras se suman los altos índices de utilización de psicotrópicos, y de consumo de alcohol y drogas en nuestro país, que también han sido alertados por organismos internacionales.
A partir de estos resultados, en las últimas semanas han aparecido diversas columnas de opinión en las que se destaca la vinculación entre estos fenómenos de pérdida de espiritualidad, de sentimiento de cansancio y abatimiento entre los chilenos, con los procesos sociales vinculados al desarrollo y la modernización de nuestro país. Y esto no es ninguna exageración, o extrapolación indebida del tema. Por el contrario, desde sus orígenes la sociología europea ha venido constatando que una de las principales consecuencias sufridas por los países que apuestan por el camino de la modernización, es precisamente la pérdida de espiritualidad y de significatividad dentro de la vida de sus personas. Esto era lo que M. Weber denominaba como el proceso de desencantamiento de la realidad, característico de las sociedades occidentales. En nuestro caso, el hecho de haber abrazado un proyecto de la modernización económica y cultural, ha conducido también, al igual que en los países europeos, a una importante pérdida de nuestro sentido espiritual.
Tal vez nuestro país no esté completamente vacío de espiritualidad. Tal vez, detrás de tanto cansancio y depresión, existe un creciente anhelo por lo espiritual. Ahora bien, como lo espiritual aún no tiene un espacio claro y definido en las sociedades occidentales, muchas de estas manifestaciones que hemos descrito no alcanzan a tomar la forma de una clara y consolidada búsqueda espiritual. Sin embargo, lo espiritual está ahí, al menos, de un modo latente.
Gastón Soublette fue parte de aquellos intelectuales y artistas que, en distintas generaciones, y desde diversas perspectivas políticas, intentaron hacer frente a esta pérdida de espiritualidad ligada a la modernización de nuestro país, recuperando el saber sapiencial y las distintas manifestaciones de nuestra cultura popular. Dentro de esta tradición podemos incluir a intelectuales como J. Eyzaguirre, J.C. Mariátegui, J. Vasconcelos, L. Zea, O. Paz, etc. Y a diversos escritores y artistas como Pablo Neruda, Violeta Parra, José Donoso, entre los chilenos. Algo que generalmente no se sabe es que muchos de estos intelectuales y artistas no se oponían al proceso de modernización, al que consideraban como necesario, para la mayor parte de la gente de nuestro país.
Lo que se preguntaban era si acaso podía existir un proceso de modernización distinto al proceso europeo y norteamericano, que no condujera a una pérdida de la vida espiritual, que era tan rica en Sudamérica. Se hablaba, por ejemplo, de una modernización de raigambre indígena, de una modernización conectada con nuestra tradición mestiza e ibérica, o de la posibilidad de un desarrollo sin secularización.
Lamentablemente, el paso de los años terminó demostrando que esto no iba a ser así, al menos en nuestro país. En los últimos 30 años, Chile adoptó un modelo de desarrollo que ha conducido a un gran crecimiento económico, pero que ha dado origen a una gran cantidad de sufrimiento y pérdida de sentido dentro de nuestras vidas. Por otro lado, tampoco es claro hasta el momento que exista en alguna parte de Sudamérica un modelo de desarrollo esencialmente distinto al tomado por nosotros, que realmente cuide y preserve la vida espiritual de sus miembros. En este contexto, hoy en día ya nos resulta cada vez más difícil e incierta la tarea de remitirnos a nuestra tradición popular para intentar recuperar y reafirmar nuestra espiritualidad. Sin duda, nadie negaría la importancia de esta tarea pero, por otro lado, si nos centramos exclusivamente en ella corremos el riesgo de desatender nuestras formas actuales de espiritualidad.
Para reconocer estas formas de espiritualidad en el Chile actual, es importante, eso sí, diferenciar primero la espiritualidad del marco de la religión. Debido a profundas razones históricas, estos dos ámbitos suelen confundirse dentro de nuestra cultura, y en particular dentro de nuestra sociedad. Sin embargo, como han demostrado diversos historiadores y filósofos contemporáneos, la espiritualidad es en verdad un fenómeno autónomo e independiente de las manifestaciones religiosas de una comunidad. Esta es definida como la búsqueda de un cierto modo de vida que trascienda nuestra absorción y dispersión cotidiana en el ajetreo del mundo. Un modo de vida más tranquilo y conectado con la realidad. Algo que no es sabido en general es que en nuestra cultura, por más de 1.000 años, esta búsqueda fue un asunto completamente independiente de la religión. Fue tan solo a partir del medioevo que se produjo aquella asociación entre espiritualidad y religión que, en los países de cultura más católica, aún se puede ver en la actualidad.
Volvamos, ¿hay una búsqueda de espiritualidad en el Chile actual? Si entendemos la espiritualidad de esta manera más amplia, mi impresión es que sí. De hecho, en la actualidad existe una incipiente búsqueda espiritual que se constata en distintas áreas dentro de nuestro país. Junto otras motivaciones, claramente hay una búsqueda espiritual detrás de la masificación de la psicoterapia y la proliferación de centros de yoga y meditación. Ahora bien, esta búsqueda espiritual no se restringe tan solo a estos espacios. También se encuentra presente en la importancia que se le está comenzado a dar a temas como la ecología o en el creciente anhelo de una vida más sana. En los últimos años, esto se ha traducido en nuevas costumbres, completamente inéditas en nuestro país, como el hecho de salir a las plazas y los parques o habitar y aprovechar más la ciudad.
Es tal la importancia que estos asuntos tienen en la actualidad que cada vez son más considerados dentro de la planificación urbana de las ciudades (y no solo dentro de las ciudades y comunas más favorecidas). Un tema muy debatido en los últimos años es cómo las políticas públicas consideran variables como la “felicidad”. Estos temas se han llegado a introducir, incluso, en el ámbito de la empresa privada, donde cada vez se habla más de asuntos como la sustentabilidad.
Como es de esperar, todos estos temas son constantemente reabsorbidos por el mercado y convertidos en productos comerciales. En la actualidad existe toda una línea publicitaria –presente en la propaganda de los bancos, las AFP, las empresas de telecomunicaciones, multitiendas, etc.– que presenta productos comerciales de todo tipo en el marco de una supuesta vida más conectada y natural. «Si estas en tal AFP, podrás tener una vida más tranquila», «si posees este celular, estarás más conectado», «si consumes tal producto, tendrás una vida más natural”… Esta comercialización de lo espiritual es lo que se conoce desde la Antigüedad como el “pecado” del materialismo espiritual. Ahora bien, la mera existencia de este mal, es una demostración de la presencia de toda una “demanda” por lo espiritual.
En este sentido, tal vez nuestro país no esté completamente vacío de espiritualidad. Tal vez, detrás de tanto cansancio y depresión, existe un creciente anhelo por lo espiritual. Ahora bien, como lo espiritual aún no tiene un espacio claro y definido en las sociedades occidentales, muchas de estas manifestaciones que hemos descrito no alcanzan a tomar la forma de una clara y consolidada búsqueda espiritual. Sin embargo, lo espiritual está ahí, al menos, de un modo latente.