Entrada al proceso psicoterapéutico en Lacan, lo no-reflexivo y el zen

Lacan plantea, en La dirección de la cura y los principios de su poder, que para la entrada en análisis sería necesario un proceso que va “de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, hasta el desarrollo de la transferencia, y luego a la interpretación”. Coloca como ejemplo el caso Dora de Freud, donde éste le muestra a la paciente que en ese mundo de su padre del cual se queja, “ella misma ha hecho más que participar en él, que se había convertido en su engranaje y que no hubiera podido proseguirse sin su complacencia”. Para Lacan, en el caso de Dora, tal como con todos los pacientes en este proceso de rectificación subjetiva, no se trataría de adaptarla a la realidad, sino “de mostrarle que está demasiado bien adaptada, puesto que concurre a su fabricación”. Este concepto de rectificación subjetiva se transformará más adelante, en Lacan, en lo que llama la “histerización del discurso”.

Lacan, desde sus primeros trabajos, coloca un énfasis en la necesidad de que el sujeto se haga responsable por sus actos, criticando una posición que permitiera atribuir al inconsciente la causalidad en términos de capacidad de responder. Más adelante, en relación a la entrada a tratamiento, Lacan planteará la necesidad de una etapa de “entrevistas preliminares” como fase previa a la entrada propiamente tal a un proceso psicoanalítico. En  1971 dice:“Todos saben, muchos lo ignoran, la insistencia que pongo ante quienes me piden consejo sobre las entrevistas preliminares en el análisis, eso tiene una función, para el analista, por supuesto esencial. No hay entrada posible en análisis sin entrevistas preliminares”. Con esto Lacan se sitúa en la línea freudiana del “tratamiento de prueba” como primera fase del trabajo analítico, diferenciándose de planteamientos postfreudianos asociados a la idea de psicodiagnóstico e indicación de psicoanálisis, como mecanismo automatizado de la entrada en análisis. Es decir, rescata la idea freudiana revisada anteriormente de la imposibilidad de realizar entrevistas sin intervenir.

Estos planteamientos están en directa consonancia con lo que hemos llamado el método no-reflexivo. La llegada del sujeto a consultar no debe llevar a la elaboración de una teoría acerca de lo que le pasa, menos aún a la construcción de un mapa de sus características «psicológicas». De lo que se trata es de generar una cuña en la aparente  cinta continua de la experiencia, muy bien ilustrada en el siguiente relato acerca de Suzuki Roshi:

“En el arroyo de Tassara había un gran peñasco que Suzuki Roshi había comentado le gustaría tener en su jardín de rocas. Cada día, 4 o 5 de nosotros íbamos al arroyo durante el período de trabajo en silencio del retiro zen que hacíamos, e intentábamos mover el peñasco de diversas maneras y con distintas herramientas. Cada uno de nosotros estaba convencido de que lograríamos mover ese peñasco hasta su jardín de rocas, que estaba a una considerable distancia. Después de una semana el peñasco no se había movido nada, pero ninguno de nosotros iba a romper el silencio o a darse por vencido. Un día Suzuki Roshi bajó al arroyo y comenzó a empujar junto con nosotros. Desde el puente, un visitante gritó preguntando qué estábamos haciendo. Suzuki Roshi respondió: “¡No sabemos!”.”

 

Cristián López

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