El psicólogo clínico y las adicciones

En 1911, en el Jahrbuch für psychoanalytische und psychopathologische Forschungen, revista para la investigación del psicoanálisis asociada al incipiente surgimiento del movimiento psicoanalítico internacional, se producía una disputa entre nada menos que Bleuler y Ferenczi acerca del fenómeno de la adicción a sustancias químicas.  Ferenczi afirmaba que “la acción unilateral agitadora de los partidarios del antialcoholismo intenta ocultar el hecho de que, en la gran mayoría de los casos, el alcoholismo es una consecuencia, grave, por cierto, de la neurosis, pero no su causa.” (1911: 106, traducción libre). Bleuler replicaba que “ahora la investigación psicológica de las profundidades y el alcohol deban enfrentarse, es algo obvio. Sin embargo, por ahora sabemos apenas más de la relación entre el alcohol y nuestra vida de complejos, que el público que atribuye el alcoholismo de un hombre a la maldad de su mujer o a la repentina enfermedad de su chancho. Cada hombre tiene sus complejos y, sabemos, que cada bebedor usa sus propias excusas, tan tontas como las de los demás, para justificar sus debilidades. Un científico […] no debe simplemente constatar la obvia coincidencia entre alcoholismo y complejos, sino que también la relación causal entre ambos elementos. Esto último aún no sucede. […] Cuidado entonces!.” (Bleuler, 1911: 852, traducción libre). Esta disputa llevó finalmente a que el famoso psiquiatra se alejara del movimiento psicoanalítico.

Esta disputa por la causa del fenómeno de la adicción ha seguido presente hasta el día de hoy. El psicoanálisis, en general, ha seguido defendiendo la idea de la conducta adictiva como un síntoma de un conflicto inconsciente. La terapéutica propuesta desde ahí, por lo tanto, es la de develar ese conflicto y elaborarlo. Sin embargo, la historia de los tratamientos demuestra muy escasos resultados terapéuticos realizando las cosas de ese modo. En el intertanto han transcurrido más de cien años. ¿Cómo es posible que habiendo pasado tanto tiempo no se haya logrado entender el problema desde el psicoanálisis de un modo que permitiera intervenir de forma eficaz en un fenómeno tan relevante y con una prevalencia tan alta como lo es la adicción?

Creemos que el problema se relaciona con una dificultad de la aproximación psicoanalítica, consistente en una excesiva tendencia a lo teórico, que impide apreciar en su justa realidad algunos de los fenómenos que llevan a las personas a consultar. Lo teórico no deja que el fenómeno “se muestre” al psicólogo clínico, el cual se apresura en entender desde su marco teórico. Esto, a pesar de la agudeza y sofisticación de muchos de los planteamientos psicoanalíticos, especialmente los realizados por Lacan. Pensamos que esta dificultad es propia de las distintas corrientes psicoterapéuticas, sólo que se hace más evidente en la orientación psicoanalítica. A nuestro juicio, se hace muy necesario plantearse la labor del psicólogo clínico de un modo que le permita afrontar los problemas reales por lo que se consulta, por ejemplo, las adicciones, logrando entenderlos y pudiendo elaborar formas de intervención efectivas para generar cambios significativos.

Desde los planteamientos de la Escuela de Psicoterapia, hemos desarrollado un tratamiento de adicciones que, junto con buscar la apertura de nuevos sentidos y una implicación subjetiva del paciente, logre resultados concretos en el problema por el cual se consultó. Para esto se incorporan técnicas y estrategias de intervención que podrían enmarcarse en otras tradiciones terapéuticas, como las terapias estratégicas breves, la sistémica, la ericksoniana, y la cognitivo-conductual. Es decir, visualizamos dos planos diferentes: i) el plano de la dirección que guía las intervenciones, dirección en la cual tenemos muchas coincidencias con el psicoanálisis lacaniano.  ii) el plano de las intervenciones concretas, que entendemos como algo muy amplio y flexible, abierto a la creatividad y estilo de cada terapeuta. La experiencia nos ha mostrado que para el psicólogo clínico es muy importante distinguir estos dos ámbitos, de forma de poder responder de forma efectiva a los múltiples tipos de consulta que se producen en la actualidad.

Para ilustrar lo anterior, utilicemos el ejemplo de una típica consulta asociada a un problema de adicción. Lo más probable es que esa consulta se produzca motivada de manera directa o indirecta por un familiar. Es poco probable que la persona adicta consulte de forma totalmente espontánea. La motivación a tratarse, entonces, en un problema esencial al comienzo de una intervención por adicción. El psicólogo clínico requiere inicialmente, por lo tanto, “estabilizar” esa consulta, es decir, asegurar las condiciones para que el paciente no deserte rápidamente y se pierda la posibilidad de realizar un cambio. La experiencia nos ha mostrado que para lograr eso, es imprescindible integrar en la consulta a los terceros significativos que la están motivando de una u otra forma. ¿Los integramos porque somos sistémicos? No, los integramos porque es la única forma de que esa consulta siga adelante, ya que son esos terceros significativos los motivados principalmente para realizar un cambio en el inicio. Ellos “estabilizan” la consulta. ¿Significa entonces que nos convertimos en cómplices del statu quo que busca “corregir” a las personas que se salen de la norma social? No, ya que la persona que tiene la adicción también tiene una motivación a hacer un cambio, sólo que inicialmente esa motivación está muy afectada por los deseos de consumo. Además la persona con adicción está experimentando lo que hemos llamado una “oscilación subjetiva” que le impide tomar una posición clara frente al problema ¿Y cómo se trata entonces los conflictos inconscientes que están llevando a que la persona consuma, si esta no está suficientemente motivada? Pensamos que la conducta adictiva no es un síntoma de conflictos inconscientes, sino una conducta anclada en cambios biológicos en el funcionamiento del cerebro que llevan a que se produzca el deseo por consumir la sustancia. ¿Entonces no trabajan con lo inconsciente? El punto es que para realizar un cambio, se requiere que la persona tome y mantenga una decisión difícil, y cualquier decisión involucra lo inconsciente…. etc. Podríamos continuar hasta escribir un libro entero aclarando nuestra forma de conducir un tratamiento de adicciones a través de preguntas y respuestas, pero ese no es el objetivo de esta columna. Sólo queríamos ilustrar nuestra forma de aproximarnos a los fenómenos que llevan a las personas a consultar. Es una forma que, manteniendo una dirección y un método, permite integrar muchas formas de intervención en la práctica, permitiendo que la creatividad y conocimientos del psicólogo clínico se desarrollen en su potencial y permitan intervenir de un modo eficaz.

Muchas veces se ha colocado el énfasis, incluyendo a Freud, en el aspecto de arte propio de la intervención psicoterapéutica. Ese aspecto es muy real y muy cierto. La espontaneidad al momento de intervenir, y la forma justa de hacerlo es de vital importancia. Pero también es cierto que las intervenciones son guiadas por cierto entendimiento concreto de los distintos fenómenos que producen las consultas, y también por el conocimiento de estrategias y herramientas de intervención concreta que se pueden utilizar y que han sido desarrolladas por muchos psicoterapeutas a lo largo del tiempo. Es decir, el trabajo como psicólogo clínico implica tener conocimiento de cómo funcionan determinados fenómenos humanos problemáticos y tener conocimiento de formas posibles de intervenir. Será sobre ese conocimiento que tendrá que generar su propio estilo de intervenir de un modo espontáneo en cada situación terapéutica. Esto le permitirá ir creando nuevas formas de solucionar problemas emergentes que llevan a las personas a consultar, realizando un aporte en la elaboración del sufrimiento humano..

Bleuler, E. (1911). Alkohol und Neurosen. En Jahrbuch für psychoanalytische und psychopathologische Forschungen, (3), 848-852.

Ferenczi, S. (1911). Über die Rolle der Homosexualität in der Pathogenese der Paranoia. En Jahrbuch für psychoanalytische und psychopathologische Forschungen, (3), 101-119.

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